miércoles, 28 de marzo de 2018

El cuerpo flotando en el Danubio (y la agenda que llevaba con él) que acusa a Sarkozy CRÓNICA ENRIC GONZÁLEZ París 27 mar. 2018 16:01






Shukri Ghanem.
Shukri Ghanem lo sabía todo. Conocía cada uno de los sobornos y crímenes que el régimen de Muamar Gadafi había pagado con el dinero del petróleo. Su cadáver apareció flotando en el Danubio el 29 de abril de 2012. Cerca del cuerpo, pero no entre las ropas de Ghanem, se encontró un cuaderno de notas, en una de cuyas hojas se mencionaban tres pagos a la campaña electoral de Nicolas Sarkozy por 6,5 millones de dólares. A día de hoy se ignora de qué murió Ghanem, un hombre que horas antes de su caída al río cenaba tranquilamente con su mujer y su hija en su apartamento de Viena. Pudo ser un accidente, un suicidio o un asesinato. El antiguo primer ministro y zar del petróleo de Libia se llevó consigo un río de secretos.
No era, como el propio Gadafi o como los espías e intermediarios que han declarado sobre los pagos a Sarkozy, un personaje acorralado y dispuesto a decir cualquier cosa con tal de salvar la piel. Ghanem había estudiado en Estados Unidos, tenía buenos contactos en Europa (su pasaporte italiano fue un regalo de Silvio Berlusconi) y se sentía a salvo en su refugio austríaco. Desde que huyó de Libia en mayo de 2011, mientras se desataba la campaña de bombardeos francobritánicos impulsada por el propio Sarkozy, Ghanem habló con mucha gente pero no dijo nada. Suponía, probablemente, que su memoria, sus documentos y su silencio constituían la mejor garantía de seguridad.
El 21 de diciembre de 1988, cuando una bomba derribó un vuelo sobre el pueblo escocés de Lockerbie y causó 270 muertos, Ghanem vivía una vida plácida en Viena, donde fue jefe del servicio de estudios de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) y luego secretario general del cártel petrolero. Dos libios fueron culpados por el atentado y el régimen de Gadafi fue sometido a sanciones y a un severo aislamiento internacional.
El excéntrico coronel encargó a Ghanem que durante la década siguiente dirigiera los esfuerzos por reintegrar a su país, y su petróleo, en los circuitos comerciales. Como principal técnico de la Corporación Nacional del Petróleo y luego como secretario del Comité Nacional del Pueblo, cargo equivalente al de primer ministro, Ghanem cumplió la misión. El pago de una indemnización de 2.300 millones de dólares a las familias de las víctimas en 2003, realizado sin que el régimen asumiera su culpa, completó el proceso. «Hemos comprado la paz», dijo Ghanem a la BBC.
En realidad, la reconciliación de Gadafi con los grandes líderes planetarios culminó a finales de 2007, cuando el dictador libio viajó a París. Nicolas Sarkozy había sido elegido presidente ese mismo año, tras una campaña electoral carísima, con una cantidad asombrosa de actos públicos y una producción televisiva propia de gran calidad. Incluso en Francia causaron extrañeza los honores dispensados a Gadafi, a quien Sarkozy permitió montar un campamento beduino junto al palacio del Elíseo y desplegar su «guardia de amazonas» en detrimento de la policía francesa.
¿Cómo consiguió Gadafi todo eso? Según el juez Serge Tournaire, con un gigantesco soborno. Tournaire cree que Gadafi financió buena parte de la campaña electoral de Sarkozy en 2007. Lleva cinco años investigando el asunto. Las primeras sospechas surgieron en 2012, a raíz del hallazgo del cadáver de Ghanem y de los documentos que llevaba consigo. Cuando se realizaron los presuntos sobornos, entre 2006 y 2007, Ghanem ya no era primer ministro. Ocupaba la presidencia de la Corporación Nacional del Petróleo, la única fuente de divisas del país. Cualquier pago, regular o irregular, procedía en último extremo de la caja de la CNP. Ghanem estaba al corriente.
Menos de cuatro años después de la luna de miel parisina entre Sarkozy y Gadafi, la situación cambió por completo. Al calor de la llamada primavera árabe, que había hecho caer la dictadura en la vecina Túnez y derribó al dictador Hosni Mubarak en otro gran país vecino, Egipto, varias tribus libias se alzaron en armas contra el régimen. Gadafi ordenó una represión sin límites. Y Sarkozy decidió respaldar a los insurgentes «para proteger a la población civil». Convenció al primer ministro británico, David Cameron, y juntos consiguieron el respaldo de la ONU a una campaña de bombardeos contra las fuerzas gubernamentales.
Ghanem decidió huir. Tras un intento frustrado, el 16 de mayo de 2011 pasó la frontera hacia Túnez y, con el pasaporte italiano que le había proporcionado Berlusconi (como agradecimiento por ciertos contratos obtenidos en Libia por la petrolera italiana Eni), voló a Roma y luego a su querida Viena, el lugar donde había pasado sus mejores años trabajando para la OPEP.
Shukri Ghanem se encontró en una situación delicada. Proclamó su apoyo al caótico gobierno provisional libio, pero éste no lo aceptó. Las nuevas autoridades sospechaban que Ghanem era el mejor aliado de Saif al-Islam Gadafi, hijo del dictador, recién detenido y condenado a muerte. (Saif al-Islam Gadafi se benefició luego de una amnistía decretada por el gobierno de Tobruk, enfrentado al de Trípoli, y aspira ahora a alcanzar el poder). También le investigaban por presunta corrupción en la gestión de la gran corporación petrolera libia. El antiguo primer ministro, al que entrevistaron decenas de periodistas y espías tras su fuga, había sido uno de los grandes sobornadores del régimen libio, pero no se llevó ninguna fortuna. Alquiló un piso normal en Viena y encontró un trabajo como consultor para una compañía austríaca de análisis petroleros. Atendía con cordialidad a cualquiera que le llamara o le visitara; no revelaba ninguno de los secretos que conocía.
En abril de 2012 se conoció el contenido de una auditoría interna de la Corporación Nacional del Petróleo de Libia. Los auditores señalaban que, durante su mandato, Ghanem había estafado a la compañía estadounidense ExxonMobil, suministrándole petróleo de baja calidad, y había concedido contratos ventajosos a la noruega Yara y a otras sociedades, lo que abría la posibilidad de comisiones encubiertas en contrapartida. Quienes optan por la tesis del suicidio creen que la auditoría pudo hundir psicológicamente a Ghanem. Pero, dentro de los desmanes y crímenes del régimen de Gadafi, aquella auditoría apenas suponía nada. Y ni la mujer ni la hija de Ghanem percibieron en él la menor angustia. A sus 69 años, gozaba de buena salud y estaba de buen humor. Tenía proyectos. La víspera de su muerte cenó alegremente con su familia.
La autopsia del cadáver reveló que la caída al río se produjo sobre las cinco de la madrugada. El cuerpo, completamente vestido, no mostraba ninguna señal de violencia o intoxicación. La muerte se produjo por ahogamiento. ¿Cayó Ghanem al río accidentalmente, durante un extraño paseo de madrugada? ¿Se arrojó él? ¿Le arrojaron? ¿Por qué cayó también al río un cuaderno con apuntes sobre pagos a Sarkozy? El misterio es muy espeso.

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